Uno
de los cultos más antiguos de la humanidad es el de la piedra,
siendo además universal. No hubo pueblo que de una u otra forma
careciera de piedras consideradas sacras, a las que le hizo
libaciones, las considerase como entes vivos y recurriese a ellas en
sus peticiones. Ejemplos son los menhires, piedras alargadas con
clara connotación fálica, relacionadas con la fertilidad. Las
características propias de la piedra, en especial su firmeza y
solidez, han determinado que sea la mejor muestra de estabilidad y
perennidad. Corresponde a lo eterno y también a la certeza, lo
inamovible; siendo por tanto en un contexto nórdico el equivalente a
la runa Othala.
En el área semítica, por su parte, ya desde los primeros tiempos
sus pobladores sentían devoción por los betilos
(palabra
que proviene de beth=
morada y El=dios),
piedras que podían provenir del cielo (aerolitos) o de volcanes, que
eran usadas como talismanes. Para la antigua religión griega un
concepto asociado a la piedra era Omphalos
(betilo,
que cubierto en un tejido, la diosa Gaia
dio a Cronos
para engañarlo, haciéndole creer que ese era su hijo), el cual se
resguardaba en el templo de Delphos y que era apreciado como símbolo
de la centralidad, el ombligo del mundo3,
pues permitía comunicar a los vivos con los muertos, de forma
parecida a lo que ya vimos ocurría con el árbol en el rito mapuche
del “descanso”. En Roma se adoraba a la Piedra Negra o Magna
Mater,
que por sugerencia de un oráculo fue llevada desde Asia
Menor a la capital del Imperio, pues tenía mucha fama de ser
beneficiosa dado que se relacionaba con la diosa Atargatis.
Más conocido que los anteriores es el nexo entre la “piedra negra”
y los musulmanes. A pesar que éstos dicen no adorar sino a Allah
(Dios),
sin embargo realizan circunvalaciones en torno a la Kaaba
(cubo),
donde está la piedra negra, la cual el ángel Gabriel le habría
entregado a Abraham.
De importancia para nuestros estudios es la llamada “Pedra da
Serpe” (Piedra de la Serpiente), ubicada en Gondomil, La Coruña,
España. Es una piedra que contiene labrada una serpiente alada, lo
cual ha llamado profundamente la atención de los investigadores dado
que no existe algo semejante en el imaginario o en elementos líticos
precristianos en Europa, a diferencia de lo ocurrido en América
precolombina con Quetzacoatl
maya-azteca
y Katari
aymará.
Chile
no está excluido de tal devoción. Y así la piedra define no sólo
al territorio (son múltiples los lugares que se denominan conforme a
las piedras: Cobquecura, Curanipe, Curacaví, Quilicura, Curacautín,
etc.), sino a las comidas, el fervor religioso, las armas, etc. En
muchos casos son las moradas de espíritus, que deben ser respetadas
cuando se pasa cerca de ellas. También las piedras son concebidas
como los antepasados, es decir los indios que en la batalla dada
entre las dos serpientes míticas Cai
Cai
y Threng
Threng,
no alcanzaron a sobrevivir, siendo transformados en materiales
líticos. En lugares como Chiloé se las frota, para dar fecundidad
al campo. Así, puede afirmarse que las culturas que habitaron y
habitan el territorio chileno no pueden concebirse sin ellas.
La
zona austral cuenta con un notable número de piedras sagradas, una
de las más importantes es la llamada Retrincura4,
ubicada entre Curacautín y Lonquimay. Tal es el respeto hacia esta
que los viandantes le dicen “Padre Retrincura”,
pues se piensa que dentro de ella habita un gran espíritu tutelar.
“Los
que viajan por ese boquete, que son los que van i vienen de la
Arjentina, dejan al Dios Retricura sus ofrendas dentro de los hoyos,
consistentes estas en dinero, cigarros, pan, carne, etc., i si nada
de esto llevase el transeunte, le dejará como único tributo una
ramita tierna de algún árbol inmediato, pero siempre algo”5
En
Río Bueno existe un complejo ceremonial huilliche
donde estaría la “casa” del Señor Juanico (“el agua de
Juan”), la que yace cerca de una vertiente, del río Muticao,
compuesta por unas pequeñas cuevas; en estas Juanico se comunicó
con lo sagrado, transformándose en piedra.
Existe
además el monolito de Curalhue, el cual es habitado por un espíritu
del mal que se venga de quien no realice la oblación
consuetudinaria6.
El investigador Alejandro Cañas Pinochet señala sobre este objeto:
“Los indios dicen que esta piedra tiene su calcu,
que es, según ellos, un espíritu invisible, capaz de hacer bien i
mal, que nosotros hemos traducido impropiamente por brujo”7.
Mencionada
por Tomás Guevara, la piedra Kakukura8,
tiene una singularidad que merece ser indicada. Dejemos que sea el
mismo araucanista quien nos hable de ella:
“En
el lugar de Trompulo, en el camino de Quepe a Llaima, cerca del río
Allipén, existe la piedra que los indíjenas llaman kakukura
o piedra bruja…
“Es
creencia esparcida por esa comarca que en la piedra habita un brujo,
de lo que proviene su nombre. Cuando se ha oscurecido i algún
viajero pasa por ahí, asústase su caballo i queda parado como si
una fuerza poderosa lo detuviera. Mui cerca vive el cacique Paillao,
dueño de esas tierras e intermediario entre la piedra i la jente que
por ahí trafica. El viajero detenido pide el paso al cacique, el
cual trae una luz i hace una invocación que en síntesis es como
sigue: “Déjalo pasar, es amigo i no viene a causarnos daño ni a
robar nuestros animales”. Debe suponerse que la piedra merece la
veneración i las ofrendas de los indíjenas”9
.
Otra
piedra reverenciada en zona huilliche
sería la del Tatita
Wentiao
(Wentellao
o
Huentreyao),
en Pucatrihue, en la costa de Osorno, a la que nos referiremos con
mayor detalle en el capítulo del agua.
1
Hemos
preferido dejar para el próximo volumen el análisis exhaustivo del
kultrún
dadas
sus implicaciones mágico-operativas.
2
Palabra
aquélla traducida comúnmente como “timón del terror”, que
probablemente provendría del signo de la égida griega (αἰγίς,
aigís),
escudo que para causar miedo utilizaba la figura de la medusa.
3 En la Isla de Pascua encontramos una estructura ritual compuesta por
una piedra central y cuatro a su alrededor, llamado Te
pito o te Henua,
que se traduce como “centro del universo”.
4 Retrincura
según Evelio Echeverría significaría “piedra de amparo”. Ver
ECHEVERRIA
C., Evelio.
Leyendas de los Andes de Chile.
Op.
cit.,
p. 104.
5
CAÑAS
PINOCHET, Alejandro.
El
culto de la piedra en Chile i en otras partes del globo.
Conferencias dadas en la Sociedad Cientifica de Chile.
Imprenta Cervantes, Santiago, 1902, p. 24.
7
CAÑAS
PINOCHET, Alejandro.
El
culto de la piedra en Chile i en otras partes del globo.
Conferencias dadas en la Sociedad Cientifica de Chile.
Op.
cit.,
p. 25.
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